“Muchos padres ignoran que cruzan
la línea entre enseñar a sus hijas a ser femeninas y enseñarles a ser objeto de
adorno y complacencia”
¡Cuánto potencial desperdiciamos
al inculcar en nuestras niñas, incluso inconscientemente, que una prioridad es
que les digan qué hermosas son! ¡Cuánta inseguridad les creamos! Tengo la
suerte de tener una madre adelantada a su tiempo que, cuando me sorprendía
mirándome mucho al espejo, congraciada porque me lanzaban un piropo o enojada
porque no ganaba el reinado de la cuadra del barrio –que tenía por premio una
corona de cartón a la que le pegábamos flores de un árbol de calliandras–, me
decía con amorosa cantaleta: “La belleza se acaba, Claudia. Cultive su cabeza y
su corazón”. Y mientras veo cómo el tiempo va dejando huella en mi cuerpo, oigo
sus palabras como un eco, y le agradezco. Esas marcas de la vida que otras
mujeres quieren borrar a mí me hacen sentir más fuerte y más libre.
De niña también aprendí que: “Con
llorar no solucionas nada”; así me decía mi papá cuando la rabia o las frustraciones
me sobrepasaban. ¡Cuántos malos ratos me ha ahorrado esto en mi vida
profesional y personal!, ha sido una ventaja enfrentar los problemas con
argumentos en vez de con pucheros, drama y marrulla.
Hay dos cosas que no me
enseñaron, pero que he ido aprendiendo. Decir no, algo difícil, aunque uno
quiera hacerlo. En ocasiones, los buenos modales aprendidos en la niñez chocan
con circunstancias o con personas muy hábiles que requieren respuestas menos
‘señoriteras’ o estrategias y actitudes que evidencien que el respeto por la
autoridad no equivale a aceptación.
La vida también me ha mostrado
las ventajas de la solidaridad de género, en contraste con ese vicio morboso de
descuerar a las congéneres, con eso que llaman chisme, y que somete a otras
mujeres a un escrutinio innecesario, destructivo y excluyente. Una infancia
libre de la distracción de la belleza, los mimos, las complacencias y el
corrillo empodera a las niñas para que sean mujeres que brillen como
profesionales, madres o esposas, si eso deciden ser. No aceptarán
discriminación en el trabajo y competirán en franca lid; y buscarán una pareja
que las valore y respete, en vez de una que las mantenga.
Opinión:
Este es uno de mis artículos favoritos de Claudia, no porque sea muy
estructurado y pensado si no porque habla de un acontecimiento y de un hecho
actual que me parece muy triste y que me deja con muchas cosas por pensar, y,
además considero que deja unas bonitas reflexiones dignas de ser aplicadas en
la vida de cualquier persona.
Hoy en día vivimos en una época impregnada por un consumismo salvaje en
todos los aspectos, en la comida, ropa, joyas, fiestas, lujos… pero solo se
consumen ese tipo de cosas, no se consume amor, inteligencia, cariño,
conocimiento, solidaridad, humildad, valores; infortunadamente eso es lo que
está sucediendo con la niñez, naturalmente los padres están trasmitiendo ese
mundo de apariencias a sus hijos, y lo digo desde mi propia experiencia, cuando
tengo la posibilidad de compartir con algunos primos, en definitiva quedo
atónita ante el desperdicio en todo, el consumo y la crianza de sus mismos
hijos, ¿cómo explicar que una niña de diez años y otra de seis, se miran al
espejo, se aprietan su abdomen y dicen: “que horrible estar gordas” y son dos palillos? Y lo más triste del caso
es que no es un problema de ellas, es un problema social y cultural y, pues, si
tu propia mamá todo el tiempo te está recordando que debes mantener el abdomen
apretado, ¿cómo esperar que las niñas no piensen desde ya así? ¿por qué no
mejor insistirles en que leer libros no engorda? ¿por qué no insistir mejor en
que no se van a ver más hermosas por su abdomen vacío sino por su cerebro
lleno?
Las mamás se mueren por vestirles como ellas, no voy a decir que es de
mal gusto, de hecho, todo lo que les ponen es hermoso, pero no estoy de acuerdo
como lo dice Claudia con vestirles como grandes, las etapas se dan
progresivamente, si son niñas pues se deben vestir como tal y con seguridad se
seguirán viendo hermosas. ¿qué afán con vestirles como se tendrán que seguir
vistiendo toda la vida?
la crítica constructiva para mí, que hace Claudia es muy oportuna sobre
todo en estos días, invitar a los padres de familia especialmente a que revisen
cómo quieren realmente educar a sus hijos, a sus hijas, si en un mundo de apariencias
hueco o un mundo interior lleno.
Me gustan mucho las reflexiones que hace, especialmente “con llorar no
solucionas nada” porque en mi casa también me han enseñado mucho eso, a veces,
me falta ponerlo en práctica, pero siempre lo intento y lo tengo presente. Es
una pequeña frase con un sentido bastante profundo que invitan a accionar y
tomar el control de aquellas situaciones que no son buenas y que nos afectan de
alguna manera, las cosas por inercia nunca se solucionan, siempre necesitan de
nuestra intervención para mejorarlas o empeorarlas, pero todo está bajo nuestra
responsabilidad.


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1. Fecha
de consulta: 5 de noviembre de 2017
Fecha de
publicación: 12 de octubre de 2017
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