¿Qué medidas hay que tomar para
que tantos jóvenes decidan asumir su sexualidad con responsabilidad?
Empieza el lunes la Semana Andina
para la Prevención del Embarazo en Adolescentes, una epidemia que en Colombia
dejó 144.000 nacimientos en 2014.
Hablo por teléfono con Shelsin
Rojas; escucho llorar a Luciana, a quien dio a luz el domingo, y también
alcanzo a oír a Aaron Esteban, su hijo mayor, que tiene casi año y medio. Me
cuenta que está aún adolorida por la cesárea y no quiere tener más hijos.
Jéfferson, el padre de los niños, también dice que quiere parar ahí.
Aseguran que cuando se fueron a
vivir juntos hablaban de tener un hijo cuando ella terminara el colegio, por
eso Shelsin fue a su EPS, Famisanar Colsubsidio, a solicitar asesoría en
planificación, pero dice que le pidieron una autorización de sus padres, con
quienes ella nunca habló de estos temas por pena o miedo. Agrega que la
negativa se repitió después del primer parto, cuando le dijeron que no le
podían poner el implante subdérmico porque estaba lactando y que, aunque le
dieron pastillas, no se las tomara porque las hormonas podían hacerle daño al
niño. Y la tercera no fue la vencida. Pidió que cuando fuera a dar a luz a
Luciana le hicieran ligadura de trompas, pero cuenta que primero le dijeron,
esta vez en la clínica San José Centro, que solo podrían hacérsela con
autorización de sus padres y que, cuando su madre firmó, le dijeron que le
llevarían a cabo el procedimiento después de que ella hablara con un
psiquiatra. El psiquiatra no estaba de turno.
A Shelsin le han negado 3 veces
la posibilidad de planificar, ¿qué consecuencias deberían asumir el médico, las
enfermeras, la clínica y la EPS que la han atendido o, mejor, desatendido?
Shelsin, a sus 16 años, con dos
hijos, sin haber terminado séptimo grado, sigue siendo una mujer fértil; igual
que Jéfferson, su pareja, de 23 años, ayudante de un taller de confecciones. A
él le pregunto por qué no se ha hecho la vasectomía. “No he pensado en eso –me
dice–. La trabajadora social del hospital me regañó, dijo que era mentira que
Shelsin no pudiera planificar. Mi papá me advirtió que no fuera a dejar a mi
novia embarazada, pero no creí que nos fuera a pasar. Y cuando pasó la segunda
vez, ya no estábamos viviendo juntos... Es falta de que cuando uno estudia lo
orienten, nunca me dieron una clase”.
Shelsin dice que a ella tampoco
la orientaron, aunque reconoce que no le ha gustado mucho el estudio y por eso
ha dejado varias veces el colegio. Ahora quiere validar y estudiar enfermería
para tener con qué sacar adelante a sus hijos. “No fue culpa de nadie, fue
culpa mía; mi papá estuvo muy pendiente de mí, pero...”. Yolanda, la mamá de
Shelsin, la tuvo cuando tenía 18 años y dice que nunca imaginó que Shelsin
fuera a seguir sus pasos. “Yo lo hice porque cogí la calle muy joven, mi mamá
trabajaba todo el día y no nos podía poner cuidado. Yo tampoco estuve muy
pendiente de Shelsin, me dio como rebeldía porque quería vivir mi juventud;
ahora ella está pagando las consecuencias, debí estar más con ella, hablarle
sin regaños ni malas palabras, pero es que ella empezó a coger malas
amistades”.
Mientras los oigo pienso qué es
lo que hay que hacer para prevenir este ciclo de reproducción no planeado,
irresponsable e inconveniente para una sociedad con tantos desafíos por
afrontar al mismo tiempo. Si es cierto que a Shelsin le han negado 3 veces la
posibilidad de planificar, ¿qué consecuencias deberían asumir el médico, las
enfermeras, la clínica y la EPS que la han atendido o, mejor, desatendido? ¿Qué
medidas habría que tomar para que tantos jóvenes en situaciones similares se
decidan a asumir su sexualidad con responsabilidad? Ante su inmadurez,
desinformación y ligereza, me pregunto hasta qué punto debe dejarse que se
reproduzcan libremente y me respondo que el derecho a ser libre pasa antes por
el deber de ser responsable.
Opinión:
No hay nada mejor que escribir sobre un hecho contado de primera mano,
porque cosas como estas me resultarían muy difícil de creer si no fuera así, es
increíble como en el siglo 21 aún la mayoría de problemas y dificultades
sociales tienen un casusa común y es la ignorancia, personalmente me parece
increíble que un tema tan importante y tan trascendental en la vida de
cualquier humano, del desarrollo de la sociedad e incluso desde lo teórico, la
preservación misma de la especie, la reproducción, sea desconocido por fallas
en el sistema educativo y estatal; esto es una alerta de que la mayoría de
problemas sociales; la sobrepoblación, el hambre, la guerra, etc. Son
simplemente problemas educativos; la importancia de una buena educación en los
jóvenes, en los niños y en todos los ciudadanos se evidencia en estas
situaciones donde se comete un error tras otro, de generación en generación.
Resalto que lo que me gustó del artículo fue el hecho de ser una
historia concreta y especifica que ejemplifica de manera muy clara la situación
de un país.
Fecha de consulta: 6 de noviembre
de 2017
Fecha de publicación: 14 de
septiembre de 2017
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